
Algunas personas huyen cuando otras se acercan a ellos con la clara intención de hacerles cosquillas. Ya saben que no se pueden salvar de la risa. Sin embargo, si coges una pluma para hacerte tú mismo cosquillas en la barriga o en la planta de los pies, ni siquiera pestañeas.
Las cosquillas pueden causar incontrolables ataques de risa o pasar por delante de nosotros sin dejar ni rastro.¿Cuál es la diferencia? ¿Por qué se reacciona con un acto reflejo y risa cuando nos hacen cosquillas? La respuesta se remonta a los orígenes del hombre.
Cuando aún no existía el lenguaje, los congéneres se entendían por medio de gritos o llantos, y también se utilizaba la risa, que significaba la carencia de peligros. Como los roces no siempre se consideran peligrosos, un homo sapiens que fuera rozado por alguien podía avisar a su tribu utilizando la risa: “No me está haciendo nada. Es sólo un juego”. Cuanto más sensible sea la región del cuerpo, más cosquillas tendremos, y también será mayor la amenaza cuando nos quieran tocar allí. Esto lo podemos
comprobar fácilmente si primero pasamos suavemente un dedo por el reverso de la mano y, a continuación, lo pasamos por la palma. No nos vamos a reír con nuestro propio roce y esto debe resultarnos extraño, pues no se crea ningún peligro cuando uno se toca a sí mismo.
Es el cerebro el que decide la reacción. Por este motivo en cuanto nos vamos
haciendo mayores tenemos menos cosquillas, pues reaccionamos de una forma
más tranquila frente a las personas que tenemos cerca.
El caso de los niños pequeños es bien distinto. Se ríen cuando los risueños padres les hacen cosquillas, pues entienden este proceso como inofensivo. Pero si le hace cosquillas un extraño cuya mirada no le resulte satisfactoria, se vuelve
inseguro y no emite con su risa ningún mensaje de falta de alarma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario